El cárabo común, un tipo simpático

El cárabo común (Strix aluco) es un ave de presa que, necesariamente, tiene que caerte simpática. Se trata de algo parecido al osito de peluche de las rapaces nocturnas. De formas redondeadas y suaves, posee la mirada despierta de sus primos los búhos, aunque con ojos de un solo color, lo que, en su caso, lo hace aun más tierno.

Estrigiforme (nocturna), de la familia de strigidiae (búhos, mochuelos, autillos...) el rechoncho cárabo se puede divisar muy fácilmente en los bosques euroasiáticos, así como en el centro y este de Asia.

El tamaño del cárabo ronda los 37-40 centímetros de estatura, seiscientos gramos de peso y una envergadura de entre 80 y 95 centímetros de punta a punta de las alas. Se diferencia muy fácilmente del búho en tanto en cuanto el Stix aluco no tiene los penachos en la cabeza tan característicos de los Bubo.

Los tonos habituales en un ave de presa nocturna

Llama la atención la simpleza del disco facial que rodea a los oscuros ojos. Es una zona gris pardusca. Para terminar con la cara del ave, diremos los párpados presentan unan tonalidad rosada y que el pico, amarillo verdoso, es curvo, afilado y muy fuerte.

Sin abandonar la morfología del cárabo, otra de sus más temibles armas son las afiladísimas uñas negras, que culminan unos tarsos y unos dedos emplumados. Y hablando de plumaje: el de la zona ventral es pálido, de rayas oscuras; mientras tanto, la parte superior, la dorsal, varía entre el marrón y el gris.

Territoriales hasta extremos

Por norma general, nidifica en el interior del hueco de un árbol, de forma que los padres puedan proteger de forma más efectiva los huevos y polluelos. Nos encontramos ante un ave sedentaria y muy territorial.

Esta naturaleza territorial, en ciertos casos, es su condena, en tanto en cuanto muchos ejemplares jóvenes acaban por morir de hambre si no encuentran un territorio una vez que se separan de sus padres. Es más, estudios recientes muestran que estas aves prefieren morir en las garras de los búhos reales, sus vecinos y depredadores, antes que abandonar su zona.

La dieta del cárabo común se compone sobre todo de roedores, a los que normalmente, cazan al acecho desde una rama o percha. Suelen tragarse a la presa entera. Cae resaltar también que los ejemplares que habitan zonas urbanas incluyen una mayor cantidad de aves en su dieta.

Leyendas

Aunque el decir popular habla de que este animal posee una visión nocturna por encima de lo normal, se ha demostrado que no es así. Es más: su retina no es más sensible que la de un ser humano medio.

En el sentido en el que sí aventaja a un ser humano es en el del oído. Las orejas están situadas de forma asimétrica, lo que le da a esta rapaz una extraordinaria capacidad de oír direccionalmente.

Para finalizar, no podemos dejar de mencionar la leyenda negra en torno al cárabo, asociado a la desgracia y a la muerte. Estas injustas atribuciones provienen de sus costumbres nocturnas así como de su sobrecoger llamado.


La cetrería, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Hay quien dice, y lo cierto es que no voy a discutírselo, por aquello de no entrar en polémicas, que la caza es un atentado, un crimen contra la Naturaleza. Lo dicho: no voy a polemizar y me guardo la opinión en el bolsillo. Pero sí que voy a hablar de caza.

Claro que, tratándose este de un blog protagonizado por las aves rapaces, la modalidad de caza de la que voy a hablar no podía ser otra que la cetrería. Para empezar vamos a definirla como la actividad de cazar, tanto volatería como presas de tierra, sirviéndose de aves rapaces.

Aunque a día de hoy sería forzar un poco el término, podemos hablar de que tradicionalmente la cetrería ha supuesto una forma de simbiosis entre el ave y el hombre: el uno se vale de la otra para cazar y esta consigue alimento y protección del primero.

Las palabras de un sabio

Aunque con el paso de los siglos y la evolución de las técnicas de caza, más que cubrir la necesidad de atrapar el alimento, el ave ayuda en la diversión y, por qué no, en la búsqueda de la belleza en su actividad del cazador. En todo caso, y usando las palabras del inolvidable naturalista y divulgador Félix Rodríguez de la Fuente, fue "la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo".

¿Cómo consigue, pues, el humano, sin emplear la fuerza, que un animal de naturaleza libre, que podría abandonarlo sin dificultad alguna, colabore con él? La respuesta se resume en dos palabras: reflejos condicionados: la definición del fenómeno es algo como "respuesta natural a un estímulo que no debería promoverla". El ejemplo, clarificador, es el del perro de Pavlov, que segregaba saliva ante determinado sonido porque había asociado este a la comida.

Caza, obediencia y fidelidad

No se trata ahora mismo de explicar con detalle el proceso de entrenamiento de un ave rapaz (tiempo tendremos). Baste decir que se usan los reflejos condicionados –desde tiempos en los que no existía la definición y, probablemente, ninguna de ambas palabras- y que se educa al ave en la caza, la obediencia y la fidelidad.

Un inciso: hasta tal punto es respetuosa con el entorno e incluso buena para el animal que la Unesco declaró a esta actividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Fue el 16 de noviembre de 2010, de ahí este artículo, que inaugura una serie a la que volveremos de vez en cuando.

Desde siglos antes de nuestra era

Sea como sea, no quiero terminar este escrito sin resevarle un par de párrafos a la historia de esta modalidad de caza, historia a la que dentro de un tiempo le dedicaré un artículo –como poco-:
Las primeras noticias sobre la práctica de la cetrería provienen de China y están datadas varios siglos antes de Cristo. Las civilizaciones antiguas occidentales (Grecia y Roma) no practicaron esta modalidad, que introducirían en el territorio europeo de poniente los godos.

La época de oro de la cetrería en Europa fue la Edad Media, hasta que en el siglo XVI, con el auge de las armas de fuego, fue cediendo terreno, además de hacerlo ante modalidades de caza más sociales, como podía ser el caso de las monterías.

Baste lo escrito por el momento. Más adelante, entraremos en mayor detalle sobre los orígenes, historia y estado actual de cetrería. Y más tarde aun hablaremos del entrenamiento de estas aves.


El águila pescadora, única

Es curioso lo de esta ave. Bueno, no, curioso no: es único, pues, según la clasificación y descripción de Carlos Linneo en su Systema Naturae, allá por siglo XVIII, el águila pescadora o pandion haliaetus es literalmente única en su familia. Esta especie supone, efectivamente, el único miembro de la familia pandionidae.

De tamaño medio, el águila pescadora mide de 52 a 60 centímetros de alto y las alas, de punta a punta, abarcan entre el metro y medio y el metro y 62 centímetros. En cuanto al plumaje, la parte superior es castaño oscuro; mientras que la inferior es blanca jaspeada. Muestra una máscara oscura a ambos lados de la cabeza.

Se trata de un pájaro muy fácil de identificar en vuelo, gracias a su cola larga y estrecha, así como a sus alas angulosas. A modo de curiosidad, diremos que el águila pescadora posee una serie de plumas alargadas en la nuca que conforman una cresta que se eriza frecuentemente.

Diferencias según edad y sexo

Los pájaros jóvenes de esta especie se distinguen por las manchas marrón claro del plumaje, así como por una coloración más pálida en líneas generales. Para diferenciar a la hembra del macho, observemos que este posee un cuerpo más delgado y unas alas más estrechas, aunque no es fácil distinguir a unos de otras si no se les ve en pareja.

El águila pescadora habita en cualquier continente, salvo en la Antártida. Si atendemos a su presencia en España, es fácil verlas en la desembocadura del Guadalhorce (Málaga). En 2009 se introdujo a este animal en las marismas del Odiel y desde 2011 se está intentando hacerlo en el Principado de Asturias. No hace demasiado se ha recuperado al pandion haliaetus en Andalucía. También vive una colonia importante en las Baleares.

Una dieta que puede llegar a costarle la vida

En cuanto a su dieta, esta se compone principalmente de pescado, que captura gracias a sus poderosas patas, escamadas para una mejor sujeción del pez, agarre favorecido también a unas uñas largas y curvadas. Otra de las características adaptativas de esta ave es que puede cerrar las fosas nasales a voluntad para evitar que le entre agua mientras se sumerge.

El cazador (pescador, más bien) se cierne sobre sus presas desde el aire y se zambulle con las patas por delante. Al remontar el vuelo, coloca la cabeza de su presa por delante, de modo que pueda volar más cómodamente, según las leyes de la aerodinámica.

Tan efectiva es en sus capacidades, que a veces, a causa de las escamas de las patas y de las garras, no puede soltar a una presa demasiado grande, que la hace caer al agua, donde puede llegar a morir de hipotermia o ahogamiento.

Hasta que la muerte nos separe

Naturalmente, anida cerca del agua, manteniendo la misma pareja toda la vida. Alrededor de mayo comienza el cortejo para esta ave, que consiste una serie de acrobacias y arriesgadísimos picados, así como vuelos conjuntos y persecuciones entre los árboles cercanos al nido.

Pone entre dos y tres huevos blancos moteados de marrón oscuro, del tamaño de los de una gallina, que tardan cinco semanas en eclosionar. Es la hembra la que incuba los huevos casi en exclusiva mientras el macho aporta las presas. Los pollos pueden volar al cabo de unos 55 días, los primeros de una vida media de 20 a 25 años.

La vuelta al mundo en 16 rapaces

Del mismo modo que una bandera, un escudo o un himno representan a un país y a sus gentes, determinadas aves son también símbolo de esta nación. No nos vayamos demasiado lejos: el ave insignia de España es la majestuosa águila imperial ibérica. De hecho, son unos cuantos los países que han elegido a un ave rapaz como símbolo nacional. Veamos qué países han elegido a qué aves de presa:

Descubriendo América

Comenzamos al azar, dejando caer el dedo en el continente americano. Concretamente, el índice ha señalado en el mapa a Estados Unidos, cuyo emblema nacional es el águila calva. Ya que estamos en América, repasemos, por orden alfabético, los países de este continente que han elegido a un ave rapaz como emblema:

Bolivia, al igual que Chile, Colombia y Ecuador, están representados por el grandioso cóndor. De regreso al norte del continente, pero al norte hispanohablante, y por la influencia española en siglos pasados, en México el ave nacional es el águila real, que se representa incluso en el escudo del país, sobre un nopal y devorando a una serpiente. De nuevo en tierras centroamericanas, la enorme –y bella- águila arpía representa a Panamá.

El viejo continente y sus rapaces

Cruzamos el atlántico en dirección a Europa. De nuevo es el alfabeto el que determina el orden de aparición de los países, de modo que empezamos por Albania, representada por un ave mitológica: el águila bicéfala. De acuerdo: no existe, pero alguien debería crearla sólo por el placer de contemplar a un animal así.

Nos vamos hasta el interior del continente: en Austria, el ave nacional es la misma que en México: el águila real; mientras que el cernícalo representa a Bélgica. Recordamos que en España se ha escogido al águila imperial ibérica y nos vamos a Grecia donde –cómo no- la lechuza es la enseña.

Del sur al norte, con un ave de presa propia de las tierras heladas. El gerifalte representa a la gélida Islandia; y terminamos nuestra etapa europea en Polonia, país representado por el curioso (y enorme) pigargo europeo. De nuevo cruzamos el mar, pero para aterrizar en África.

El continente esmeralda

Comenzamos el recorrido por el primer país africano en orden alfabético, Angola, representada en el fascinante halcón peregrino; seguimos por Sudán y su serpentario; y terminamos en las dos últimas naciones según el alfabeto: Zambia y Zimbabue, cuyo símbolo es el águila pescadora africana.

El imaginario avión aterriza en Asia. Concretamente en Armenia, representada, curiosamente, por el águila imperial (sí, sí) ibérica. De nuevo nos topamos con el halcón peregrino, en este caso símbolo de los Emiratos Árabes Unidos. El águila filipina representa, como cabe esperar, a Filipinas.

El exótico Oriente

Si nos acercamos por Indonesia, nos vamos a encontrar con el halcón javanés por todos lados. Mientras tanto, en Irak, su equivalente es el águila imperial oriental. Otra vez nos topamos con el águila real, esta vez como símbolo de Kazajistán. Otro país lejos de la Península que ha adoptado como símbolo al águila imperial ibérica es Rusia.

Por cierto que en Oceanía ningún ave rapaz es insignia nacional de país alguno. Las antípodas y los antípodas... Aunque, eso sí, determinadas regiones han decidido que las represente una rapaz.

El quebrantahuesos, un buitre achatado por los polos

Este curioso (y cada vez más raro) carroñero siempre me ha hecho pensar un águila enorme y con la cara fea... o en un buitre achatado por los polos. El enorme quebrantahuesos recibe su nombre de la forma en la que obtiene su sustento.

Para alimentarse, esta rapaz remonta los huesos de la carroña hasta unas alturas de entre 20 y 60 metros, desde donde los deja caer sobre las rocas para que se rompan. Repite la operación del orden de tres o cuatro veces, aunque se ha llegado a observar como en alguna ocasión una de estas aves lo hacía hasta media docena.

 

Una vez rotos los huesos, se los come, sobre todo aquellas partes con médula adherida, aunque, contrariamente a lo que muchos creen, no sólo se alimenta de tuétano: es capaz de comerse trozos de hueso de hasta veinte centímetros, así como otros restos del animal, tortugas muertas (una vez despeñadas) e incuso roedores y pequeños lagartos.

Enorme y relativamente ligero

Esta ave pesa entre cuatro y siete kilos y medio y posee una envergadura alar que va de los 2,35 a los 2,75 metros. Estas alas son largas y estrechas y la cola, en forma de rombo, es también de una longitud considerable.

Una de las características que llama la atención del quebrantahuesos y que lo diferencia del resto de buitres es que posee plumas en el cuello y la cabeza ¿Por qué? Pues porque, mientras el buitre –cualquiera de ellos- ha de introducir la cabeza entre carne, vísceras y sangre, su "primo" sólo tiene que esperar a que otros carroñeros limpien los huesos del cadáver.

Cambiando de color

Hablando de plumas: según la edad del ave, se diferencian hasta cuatro fases en la coloración. Los pájaros de menos de un año muestran un color pardo claro en el vientre y marrón en las alas, rematadas en negro, un pigmento que también posee en la cabeza. La espalda muestra un escudete blanco.

Entre el primer y tercer año, las plumas del vientre y la cara se tornan amarillentas y la cola se aclara. A partir de los tres, las alas tienden al gris, el cuello a un marrón que luego irá amarilleando y los hombros y alas se van oscureciendo. A partir de los seis años predomina en esta especie un color blanquecino con un antifaz y coberteras negras, axilas blancas y dorso pardo oscuro.

Puede mudar de plumas, pero no de pareja

En cualquier caso, esta coloración varía ligeramente según las subespecies y la zona que estas habiten. De este modo, se ha observado que, cuanto más al sur vivan, más plumas poseen en las patas. Además, determinadas aves acaban por adquirir un color rojizo al bañarse en un barro rico en óxido de hierro, aun siendo en realidad blancas.

Podemos ver quebrantahuesos, principalmente, en los Pirineos, sur de Europa, norte de África y buena parte del centro-sur de Asia. Viven en zonas de montaña, donde los pedregales les permiten obtener sustento a su manera. Sedentarios como son, forman una pareja al inicio de la edad adulta que se mantiene de por vida.

Una garita al lado del Palacio Real

Con el final del verano se espacian mis visitas al campo. Es por eso que, cuando salgo a disfrutar de la naturaleza, me dedico a ello, o lo intento, con mayor intensidad. No sé si por eso o porque de vez en cuando me gusta hacerlo, me he quedado mirando a una pareja de lo que, a lo lejos y sin prismáticos, me ha parecido una pareja de águilas imperiales ibéricas.

Por el vuelo, el tamaño que les he calculado en la distancia y a forma de las puntas de las alas, habría jurado que eran Aquila adalberti. Pero tampoco tiene mayor importancia. Sobrevolaban un pinar, no demasiado grande, como corresponde a La Mancha. Y, pensando en el territorio que ocupan estas rapaces, me he sentido, en lo personal, muy pequeñito y, como miembro de una especie, cruel e idiota.

Por partes: viendo las evoluciones los dos pájaros, me he sentido chiquitito, a pesar de tener un tamaño varias veces superior: no es la primera vez que afirmo que me gusta imaginarme bajo las plumas de un ave rapaz, del mismo modo que, ante tal imagen me siento un ser limitado, vencido por la gravedad, incapaz de volar y de ver el mundo como de verdad es.

La idiocia del ser humano

Pero la sensación más negativa, la que me ha resultado verdaderamente dolorosa, me ha invadido al dejar caer la mirada y comprobar el tamaño del bosque en el que, probablemente, la pareja tenga su nido. Tiene que ser ahí, dado que no hay un lugar adecuado en unos cuantos kilómetros a la redonda.

Me he sentido, como humano, un miserable al ver como hemos empujado a esta especie y a otras no menos majestuosas al más cruel de los ostracismos. El bosquecillo que habitaban las aves era a una arboleda auténtica lo que la garita de un guardia al Palacio Real.

Egoísmo y vergüenza de especie

Para cubrir unas necesidades creadas, cada vez más grandes, cada vez más absurdas, hemos reducido a algo ridículo el hábitat de especies que hacen de este mundo una maravilla sin necesidad de retocarlo. Y no es la única, pero sí que hay que incluirla, el águila imperial.

Naturalmente, no se trata de volver a la cavernas (yo, al menos, no podría), pero sí de plantearnos formas de convivir con la Naturaleza, de que los bosques no aparezcan misteriosamente quemados sin que nadie, ni quien ha tirado una colilla, roto un cristal o quemado rastrojo, sepa nada...

La opción buena

Lo cierto es que, digan lo que digan, existen opciones mejores y peores a la hora de cuidar nuestro entorno. Sucede que, si determinados empresarios no quieren aumentar el precio de sus bienes, tendrían que reducir ligeramente el margen de beneficio. Algo que, por otra parte, no los va a llevar al hambre...

La idea es que, cuando el coste de soterrar un cable (o de ahorrárnoslo, que también puede ser); de usar unos u otros pesticidas; o de utilizar madera procedente de bosques sostenibles es similar a la de no hacerlo, tomemos la opción que permita que las aves rapaces, los linces, los lobos... el futuro del ser humano perviva y se conserve en las mejores condiciones.

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