No entiendo muy bien por qué, este es uno de los grandes pájaros menos conocidos de la fauna ibérica. A pesar de lo llamativo de su figura, de su plumaje y de sus costumbres, el alimoche es, en la mayor parte de los casos, un nombre raro y gracioso.
Conocido también como guirre, abanto o buitre egipcio, el nombre científico del buitre más pequeño de Europa (metro y medio de envergadura) es Neophron percnopterus. Se trata de un ave de la familia Accipitridae (rapaces) expandida, por zonas, en buena parte del Planeta.

Blanco y solitario
Si atendemos al plumaje, los ejemplares de menos de cinco años presentan un plumaje pardo que, en la etapa adulta, se vuelve amarillo en cabeza y patas, blanco en el cuerpo y en la cola; y gris y negro en los extremos de las alas.
En cuanto a las medidas, alcanzan los 85 centímetros de pico a cola y entre metro cincuenta y metro setenta de punta a punta de las alas. Rondan los dos kilos de peso. Aunque son de costumbres solitarias, en ocasiones siguen a otros alimoches, otro tipo de buitres e incluso cuervos.
Por norma general, este animal suele comer la carroña que otras aves de mayor tamaño o fuerza le permiten: aprovecha y rebaña los restos de carne y piel del cadáver. Y, ante tan exigua comida, ha de completar su dieta con insectos, pequeños animales y todo tipo de desechos.

¿Un ave que usa herramientas?
Otro de los complemento en la dieta del guirre son los huevos, que rompe lanzándolos contra el suelo o, si son de gran tamaño, apedreándolos repetidamente. Así es: estamos ante uno de los rarísimos casos en los que un ave es capaz de usar herramientas.
A la hora de anidar, tienen por costumbre elegir abrigos sobre acantilados y valles recortados. Allí depositan dos huevos entre los meses de marzo y abril en un nido que suele estar forrado de pelos (comúnmente, lana de oveja), huesos y ramas. A modo de curiosidad, hay que decir que llevan estos materiales en el pico, al contrario que los demás carroñeros, que utilizan las garras.
La siempre torpe mano humana
La mano del hombre, con el uso de pesticidas, ha hecho que en parte de la Península Ibérica las puestas se reduzcan de dos a un huevo. Aunque, en todo caso, de dos pollos sobrevive sólo uno que cruza con sus padres el Estrecho de Gibraltar y vive en África sus cinco primeros años. Desde allí regresa y forma una nueva familia.
Aunque el alimoche suele ser un ave de verano en España, existen varias poblaciones permanentes en las Baleares y en Canarias, donde se le llama exclusivamente guirre. Concretamente, la adaptación de la especie es perfecta en las islas del este, sobre todo en Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria.

A pesar de la caída del número de ejemplares en las últimas décadas, reservas y espacios naturales como Fataga, Guayadeque Tirajana y El Draguillo en la isla de Gran Canaria; o Jandia y Butihondo en Fuerteventura (donde se encuentra la subespecie autóctona llamada guirre majorero), suponen una garantía de conservación para una especie, a nivel global, en peligro, según la UICN.
No siempre me apetece hablar de lo que sé. En determinadas ocasiones, me gusta investigar y descubrir a la vez que voy escribiendo sobre una u otra ave. Y eso voy a hacer ahora mismo. El caso es que anoche estaba disfrutando de una película y, en uno de los planos, vi a esta curiosa ave.
No me preguntes cómo acababa la historia –la de la película-. Se me quedó grabada la figura de un mochuelo gris, espectacular, cuya imagen me llevó del orden de media hora localizar en un atlas. Luego, resultó ser que ya había visto alguna vez a mi nuevo amiguito, solo que la calidad de las imágenes de la película que estaba viendo me engañó.

Estoy hablando del mochuelo boreal, lechuza de Tengmalm, o, por nombre científico, Aegolius funereus. Dentro de la familia de las Strigidae, su hábitat se encuentra en los Pirineos, áreas de los Balcanes, los Alpes y una buena cantidad de zonas del norte de Europa. Por norma general, este búho de montaña hace su hogar en bosques de coníferas –densos, de ser posible- y no abandona jamás las zonas de cría.
Simpático y escurridizo
Lo cierto es que es difícil de ver, habida cuenta de su pequeño tamaño y de sus costumbres nocturnas. Y, precisamente por ello, es fácil confundirlo con un mochuelo o un autillo, dadas su talla y silueta. En todo caso, ninguna de estas especies busca zonas tan espesas como el mochuelo boreal.
Sea como sea, para diferenciarlo sin género de dudas, diremos que posee una cabeza desproporcionadamente grande, sin mechones y con sendas líneas negras en ambos lados de la cara. Estos trazos nacen en la parte superior de los ojos y terminan en la barbilla. Hablando de los ojos: estos son de iris amarillo. Mientras, el plumaje del vientre es pálido con puntos de pardo claro. El dorso es más oscuro con manchas blancas.

El sonido de la noche
Otra forma de diferenciar a la lechuza de Tengmalm es por su forma de volar: un camino rápido, corto, directo, a lo largo del que no escatima energía en los aleteos, alternados con algún que otro momento planeando. En todo caso, las alas de esta ave son el último de los sonidos para muchas musarañas, ratones e incluso ratas de agua.
Ya que he mencionado el sonido, la voz de este animal suena como un "Quip" seco y áspero; o un canto compuesto por, más o menos, media docena de silbidos, subiendo en tono y velocidad.
No es fácil reproducirlo por escrito, pero vamos a intentarlo: "pu-pu-po-po-po-po-po-po". De acuerdo, no es lo mismo leerlo que oírlo, algo que, en noches silenciosas puede hacerse hasta a tres kilómetros.

Pequeño e inteligente
El pájaro, de 22 a 27 centímetros de estatura, 50 a 62 de envergadura alar y de entre cien y doscientos gramos de peso, vive hasta diez años. Anida en los agujeros de los árboles, casi sin acondicionarlos, o lo hace en el nido abandonado de un pájaro carpintero. También puede usar las estructuras en forma de caja nido que el ser humano le ofrece. En unos y otros casos, deposita de uno a diez huevos por nidada, de febrero a junio.
Lo simpático e inofensivo de esta ave, cuyo tamaño la descarta como trofeo, se han aliado para que el ser humano, lejos de perjudicarla, ayude a su conservación.
Me parece injusto añadir el término "vulgar" detrás del nombre de tan bella ave, pero la zoología así lo requiere, de modo que debo resignarme a decir que en ese artículo vamos a hablar del bellísimo cernícalo vulgar, cuyo nombre científico es el de "Falco tinnunculus".
Este pájaro se encuentra con facilidad en Europa, Norte de África y Oeste de Asia, aunque también puede verse, raramente, en Sudamérica, el Caribe, Norteamérica e Indonesia. De la zona donde es común, podemos diferenciar los lugares en los que el cernícalo vive todo el año y aquellos, al norte-nordeste, en los que lo divisamos sólo en época de cría.

Falconiforme (con forma de halcón), el cernícalo es más bien pequeño en comparación con otras rapaces, aunque, eso sí, de mayor envergadura que buena parte de las aves. El color de las alas es bermejo con manchas negras y la cola, muy distintiva, de tono gris en la parte de arriba y borde negro y redondeado.
Diferencias entre machos y hembras
Las diferencias según el sexo empiezan por los propios colores: el macho presenta un plumaje azul grisáceo en la cabeza. En cuanto al tamaño, como en el caso habitual de las rapaces, él es más pequeño, con un peso de 155 gramos por 190 de las hembras. Los cernícalos miden de 34 a 38 centímetros entre la cabeza y la cola y desde 70 a 80 de envergadura alar.
Como ave de presa diurna y abundante que es, el cernícalo es fácil de localizar en nuestros cielos. Si puede elegir, suele ocupar un hábitat de matorrales y campo abierto, haciendo su nido en las grietas de las rocas, huecos que ofrecen los edificios o agujeros en la madera de los árboles.

En casa ajena
También puede ocurrir que ocupen los nidos de cuervos, urracas y otras aves semejantes. En todo caso, queda claro que el cernícalo común no se construye el nido y prefiere, de hecho, vivir en el suelo antes que edificarse un hogar por sus propios medios.
Esta especie debe su nombre vulgar al modo en el que vuela cuando está de caza: se queda casi inmóvil en el aire, se cierne sobre sus presas desde una altura de entre diez y veinte metros.
Ahora me ves... ahora te he cazado
Cuando aparece un pequeño mamífero –de la talla de un ratón o poco más-, un pájaro de un tamaño asequible, un reptil, insecto de volumen respetable, gusano, rana... Cuando se deja ver una presa, esa figura inmóvil se lanza en picado a una velocidad que no cabía esperar... y lo más probables es que el alimento del cernícalo no llegue a saber nunca qué lo ha golpeado.

Claro que, además de comer, como todos los animales, ha de reproducirse. Para tal función, la hembra pone de tres a seis huevos, que incubará durante aproximadamente un mes (de 26 a 31 días). Mientras la hembra empolla a la nidada, el macho se ocupa de alimentarla.
Aunque no sea un animal que necesite de la cría en cautividad para reproducirse, sí que se suele sacar adelante en el entorno humano para destinarlo a la cetrería. De hecho, en muchos casos, los cetreros se inician en tal arte de la mano de los cernícalos, habida cuenta de su tamaño y de su relativa docilidad.
He aquí uno de los motivos por los que mirar al cielo y, de tener la enorme fortuna de verla, pasmarse ante esta maravillosa criatura: el Aquila adalberti o águila imperial ibérica. Para empezar, hemos de diferenciarla del águila imperial oriental o Aquila heliaca, de la que hasta no hace demasiado se la consideraba subespecie, pero de la que los análisis genéticos la "independizaron" como especie válida.
El Aquila adalberti presenta un plumaje pardo muy oscuro en toda su anatomía, salvo en los hombros y parte superior de las alas, que son de color blanco. Asimismo, la nuca es un tanto más clara y la cola más oscura, casi negra.

Los individuos jóvenes son de color pardo rojizo en todo el cuerpo y no presentan los colores propios de la madurez hasta los cinco años, tiempo en el que alcanzan también la madurez sexual.
Gigantes del cielo
En cuanto al tamaño del águila imperial ibérica, este alcanza entre 78 y 83 centímetros de estatura media y del orden de 2,8 kilos de peso, si bien las hembras suelen ser mucho más grandes que los machos, llegando a los tres kilos y medio. La envergadura oscila entre el 1,8 y los 2,1 metros.
Estas rapaces, que viven del orden de 20 años, habitan desde pinares de montaña hasta dunas y marismas costeras. Lo más normal, eso sí, es encontrarlas en zonas llanas o de poco relieve, con arboledas no demasiado densas y poblaciones abundantes de conejos.

Hay que decir que la presión a la que el ser humano la ha sometido ha obligado a esta ave a refugiarse en zonas de difícil acceso para nidificar. Aunque esta es una situación que se está revirtiendo gracias a la recuperación de la especie, que va ocupando de nuevo las llanuras y mesetas, sobre todo de las zonas centro y Sur-Sudeste de España. Asimismo, ha nacido recientemente un nuevo núcleo de población al este de Portugal.
Aves muy territoriales
En lo que se refiere al territorio del águila en sí, podemos diferenciar tres zonas: la de nidificación; la de alimentación cercana, que es el cazadero más habitual y que la pareja defiende como de uso exclusivo; y, finalmente, la zona de alimentación lejana, usada más esporádicamente y compartida con otras aves.
Clasificada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), es un ave monógama cuyo celo se extiende de marzo a julio, tiempo en el que reacondicionan uno de los nidos que habitan rotativamente de año en año. El cobijo suele encontrarse en la copa de un árbol, tanto en ramas alta como bajas.
Cada vez menos fértiles
Normalmente, el águila imperial pone de 4 a 5 huevos que incuba a lo largo de 43 días. Lo habitual es que se desarrollen hasta tres polluelos, aunque este número ha bajado en los últimos años a causa de los pesticidas que reducen el índice de fertilidad.

En un año malo, de poca comida, el pollo más grande es el que acapara la comida y el único que sobrevive, aunque este pájaro no practica el cainismo. Cuando han de ir a cazar, los padres cubren a su descendencia de hojarasca para esconderla de posibles depredadores. Los polluelos abandonan el nido al cabo de entre 65 y 78 días, aunque siguen viviendo cerca y recibiendo alimento de sus padres durante cuatro meses más.
Pocas cosas resultan tan impresionantes a la vez que difíciles de olvidar como ir conduciendo, en el límite entre las provincias de Cáceres y Salamanca, y ver a uno de estos imponentes animales posado a apenas diez metros de distancia. Sí: soy un tipo con suerte.
Detuve el coche y me quedé unos diez minutos absorto en la figura de un enorme buitre leonado que a su vez me miraba, entre la curiosidad y el recelo, desde el otro lado de una carretera casi desértica. De esto han pasado alrededor de quince años aún no he olvidado el encuentro.

Debe su nombre al color de sus plumas
El gyps fulvus (tal es su denominación científica) puede alcanzar los diez kilos y superar los dos metros y medio de envergadura. El plumaje presenta un color ocre o canela en la mayor parte de su anatomía, motivo por el cual se denomina a esta variedad como "leonado".
Las plumas rectrices de la cola y del extremo de las rémiges varían de tonalidad y son más oscuras, mientras que la base del cuello parece rodeada por una especie de gorguera de filoplumas de color blanco.
Una rapaz que no caza
El pico, típico de las rapaces, ganchudo y especializado en rasgar los tejidos, es de color pardo grisáceo en la base y de tonos amarillentos pálidos en los lados. En cuanto a las garras, los tarsos y los dedos presentan uno color gris y son de buen tamaño aunque, eso sí, dado que no cazan, son más débiles y de uñas más cortas y romas.

El buitre leonado se encuentra distribuido por buena parte del Sur de Europa, Norte y Este de África y suroeste a Asia. Habita en zonas montañosas, aunque también se lo puede encontrar en llanuras, siempre que exista alguna elevación de más de cincuenta metros que le sirva al animal de lugar de descanso, a la vez que, por el choque con el viento, genere corrientes de aire ascendentes que ayuden al ave a elevarse.
Costumbres alimentarias
Antes planeador que volador, es un pájaro especialmente adaptado para alimentarse de carroña: con su extraordinaria vista es capaz de localizar cualquier cadáver en muchos metros a la redonda. Entonces descienden en grupo, formándose muy rápidamente aglomeraciones de aves donde no faltan las luchas por los mejores bocados.
Para comer, los buitres introducen la cabeza sin problemas, gracias a su largo cuello, en el interior del cadáver. El hecho de que el pescuezo esté revestido sólo de plumón corto hace que la sangre y la carne no se le peguen con demasiada facilidad.
Debido a la caza y a la desaparición del hábitat de sus fuentes de alimento naturales, las carroñas que dejan atrás los pastores suponen ya una muy importante fuente de comida para los buitres leonados.

Parejas estables y con un solo polluelo.
En cuanto a la forma de reproducción de la especie, ésta entra en celo entre diciembre y abril, época en la que se forman parejas estables que se pasan 58 días incubando un solo huevo por turnos de entre uno y dos días.
La misma frecuencia con la que los padres se alternan en alimentar al polluelo que crece lenta pero constantemente, sin poder retrasar su desarrollo si escasea la comida, lo que significa que si no come lo suficiente morirá de inanición sin remedio posible. Alrededor del mes de julio, las crías emprenden su primer vuelo, aunque siguen manteniéndose en el nido durante un tiempo. Con cuatro o cinco años se aparean por primera vez.
Reconozco que no es un ave especialmente bella o majestuosa, sin embargo quienes nos hemos cruzado con uno de estos animales en libertad sabemos que tiene algo, algún tipo de magnetismo, que hace del encuentro algo inolvidable.
Aunque ya sospechaba el resultado de la prueba, he querido hacerla: le he dicho a una niña de seis años que me dijera el nombre de un "pájaro grande" (no creo que hubiera sabido distinguir cuáles pertenecen y cuáles no a las rapaces). El caso es que ha contestado, sin meditarlo demasiado "Águila".
Comoquiera que el término "águila" se me quedaba un tanto genérico, le he explicado que hay muchos tipos de esta ave, con lo que, sin apenas más instrucciones ha añadido la palabra "real". Aunque apelo a tu buena fe para que me creas, puedo firmar y no mentir que ha sido así...

... Y así es como me lo esperaba: si un ave rapaz tiene renombre, al menos entre los niños españoles, es el águila real, águila caudal o Aquila chrysaetos. Si añado el nombre científico es porque este nos va a ayudar a describir al ave:
Águila dorada
El nombre culto de la especie proviene, de un lado, del latín, idioma en el que Aquila significa, obviamente, águila jrisós viene a ser dorado y, de nuevo, setós se refiera a águila. Se trata de una especia accipitriforme, una de las aves de presa más conocidas y expandidas del Planeta.
De hecho, podemos encontrar águilas reales en Eurasia, en América del Norte (en México son el símbolo nacional) y en el norte del continente africano. También existen poblaciones permanentes en islas como varias de las del Mediterráneo, Gran Bretaña, Japón o Vancouver.
Un planeta al que le sobra el hombre
Eso sí: el ser humano (cómo no) ha hecho que la población de águilas reales se haya visto drásticamente reducida en Centroeuropa o que haya llegado a desaparecer en lugares en los que antes abundaban.
Tienen en común con la mayor parte de las aves de presa que las hembras son más grandes y de mayor envergadura que los machos, pudiendo estas alcanzar el metro de longitud desde la cola hasta el pico y una distancia de punta a punta de las alas de uno 2,3 metros. El peso de la hembra suele situarse entre los cuatro y los seis kilos y medio. Mientras tanto, el macho ronda entre el metro ochenta y los dos metros de envergadura y entre tres y cuatro kilos y medio.
Una bella máquina de cazar
El color de las plumas es castaño oscuro, que se vuelve dorado en el cuello y la cabeza y blanco en los hombros y en el extremo de la cola. Los ejemplares jóvenes presentan mayor cantidad de blanco que de pardo en la cola. Cabe añadir que esta especie se encuentra dentro del grupo de las "águilas calzadas", dado que tienen las patas recubiertas de plumas y no de esa píel escamosa y amarilla de otras aves.

Sólo el halcón peregrino supera en velocidad en picado al águila real que puede dejarse caer a casi 300 kilómetros por hora para cazar desde al aire. Con tal objetivo posee una patas fortísimas que terminar en garras de extraordinaria dureza. Asimismo, presenta un poderoso pico ganchudo y, como no, una fuerza desproporcionada para su tamaño y una vista que le permite localizar a una pequeña presa a muchos cientos de metros.
Dicho esto, ¿de verdad estamos dispuestos a cruzarnos de brazos mientras el ser humano destruye su hábitat, la caza, la envenena...? Si la respuesta fuera sí, algo está fallando en el homo sapiens sapiens como especie.